martes, 18 de abril de 2017

SOLA FE. NO HAY OTRO EVANGELIO

NO HAY OTRO EVANGELIO/SOLA FE
1Corintios 15:1-11 (DHH) 1Ahora, hermanos, quiero que se acuerden del evangelio que les he predicado. Este es el evangelio que ustedes aceptaron, y en el cual están firmes. 2También por medio de este evangelio se salvarán, si se mantienen firmes en él, tal como yo se lo anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
3En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; 5y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. 6Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han muerto.  7Después se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles.
8Por último se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido anormalmente. 9Pues yo soy el menos importante de los apóstoles, y ni siquiera merezco llamarme apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10Pero soy lo que soy porque Dios fue bueno conmigo; y su bondad para conmigo no ha resultado en vano. Al contrario, he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino Dios, que en su bondad me ha ayudado. 11Lo que importa es que, tanto yo como ellos, esto es lo que hemos predicado, y esto es lo que ustedes han creído.

¿QUÉ ES EL EVANGELIO?
¿Un anuncio? ¿Una persona? ¿Un mensaje? ¿Una promesa o una profecía? ¿Un acontecimiento? 
De acuerdo con Pablo, él recibió una tradición y la pasó. Eso que pasó es un anuncio relacionado con una persona, sólo una, llamada Jesucristo. 
Lo cito: «3En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras…»
¿Qué decía este evangelio? ¿Cuál era su contenido? 

1. Cristo murió por nuestros pecados. 
2. Fue sepultado. 
3. Resucitó al tercer día. 
4. Todo sucedió de acuerdo con las Escrituras. 

Luego, pues, el evangelio descrito por Pablo es un anuncio que sigue una tradición apostólica. 
¿Tal anuncio se originó con Cristo? No. Se originó con Dios, el Padre, desde los orígenes de la humanidad. 
Dios prometió un remedio para los pecados de la humanidad. Un descendiente de Eva, la mujer. 
El primer punto: 1. Cristo murió por nuestros pecados, implica varios puntos. a). admitir la propia culpabilidad delante de Dios, aceptar que somos culpables de su muerte y que pecamos a lo largo de toda nuestra vida; b) también implica confesar nuestros pecados ante Dios y sólo ante él, quien tiene el poder de perdonarlos. Sólo él perdona nuestros pecados, como dice el Padre Nuestro: “y perdónanos nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Todo pecado es una transgresión a las leyes divinas y nadie, ningún hombre, llámese sacerdote, pontífice o ministro, tiene poder para perdonar nuestros pecados, excepto los que se cometan contra él; c). Reconocer que sólo Cristo ha pagado por todos nuestros pecados. Todos, y que no hace falta ningún otro añadido. No se puede modificar el anuncio del evangelio. Hacerlo hace maldito a quien lo modifica y no hay por qué hacer más sacrificios, ni simbólicos ni físicos, y tampoco ritos ni liturgias religiosas. Su sacrificio ha sido absolutamente suficiente y aprobado por Dios; d). Creer en el evangelio es asunto de fe. Significa creer que en Cristo, por la gracia de Dios, somos salvos del infierno, de una condenación eterna. Sólo creer, tener fe en Cristo, es el todo del evangelio. 
Ésas son algunas implicaciones del primer punto: Cristo murió por nuestros pecados. 
El segundo punto: 2. Fue sepultado. No sepultaron un símbolo, un muñeco o un cadáver de otra persona. Sepultaron a Cristo. No fue sepultado en cualquier sepulcro, uno anónimo, irreconocible, entre gente común. Aun su sepulcro era parte de profecías y planes de Dios. 
El tercer punto: 3. Resucitó al tercer día. La muerte no es un suceso natural, como parte de la creación. Es antinatural. Lo natural creado por Dios es la vida. Morir es consecuencia de ser pecador, no el fin de un ciclo biológico. Morimos porque la paga del pecado es muerte. No porque sea el cierre de un ciclo biológico. Morimos porque pecamos. 
Por lo tanto, si Cristo muere, pero jamás pecó, la muerte no lo puede retener. A nosotros tampoco, si creemos que murió por nuestros pecados.
Su muerte significó el fin del dominio del pecado y del diablo sobre la humanidad creada por Dios, aunque no de toda la humanidad. 
El dominio de la muerte, del diablo y del pecado no aplican para los redimidos, para quienes creen en Cristo y le dan su fe, creyendo que la vida de él es de ellos también. Así, su resurrección es le demostración del triunfo de la vida sobre la muerte, la victoria de la santidad sobre el pecado y la comprobación de que Cristo es la vida de la vida, la vida misma, la vida de sus discípulos, la salvación eterna de quienes tienen fe en lo que él hizo. 
4. Todo sucedió de acuerdo con las Escrituras. Cristo es el centro a quien apuntan todas las profecías del Antiguo Testamento. El anuncio del evangelio no es un pueblo, llámese Israel u otro. Nadie, ni persona ni pueblo, es el centro de las profecías dadas por Dios, sino Cristo. 
Cristo es el criterio de interpretación de toda profecía y promesa de Dios para la humanidad, representada en su momento por Abraham y su descendencia. 
Toda profecía, toda promesa en el Antiguo Testamento ha de ser interpretada con un enfoque cristológico. Cambiar el esquema modifica y altera la sustancia y esencia del evangelio. 
Hoy celebramos la vida de la vida, la vida misma. Hoy adoramos a quien es el pan de vida. Le rendimos culto. Él es el centro de nuestra adoración, que no reducimos a cantarle. Para nosotros adorarlo no se reduce a cantarle. Reducir a eso la adoración a Cristo, ¡crea otro evangelio! Lo adoramos siguiéndolo cada día, renunciando a nosotros y poniéndolo a él como nuestra suprema autoridad, supremo valor, nuestro Dios supremo.
Adoramos a Cristo porque lo amamos. Somos sus siervos, adquiridos con su sangre, comprados a gran precio, no porque valgamos mucho, sino porque el pago fue mucho, su vida misma. 
Él lo vale todo. Todo esfuerzo, toda afrenta que nos haga el mundo por amarlo, seguirlo y dar todo por él. 
No obstante, sí hay riesgos en nuestra fe, que ha sido atacada desde su inicio por quienes han elaborado un evangelio que no es evangelio. Pablo, el apóstol, tuvo sus tribulaciones y hoy día siguen vigentes los riesgos y ataques, como podemos en la Escritura y en el día de hoy. 

OTRO EVANGELIO
Cito a Pablo en Gálatas 1.6-10, Biblia del Peregrino, leemos 6Me maravilla que tan pronto hayáis dejado al que os llamó por puro favor, para pasaros a un evangelio diverso; 7no es que sea otro, sino que algunos os están turbando para reformar el evangelio del Mesías. 8Pero si nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diverso del que os hemos anunciado, sea maldito. 10Como os tengo dicho y ahora os lo repito, si alguien os anuncia un evangelio diverso del que recibisteis, sea maldito. 10Pues ahora ¿trato de conciliarme a los hombres o a Dios? ¿Intento agradar a hombres? Si todavía quisiera agradar a los hombres, no sería siervo del Mesías. 
Gálatas 1:6-10 (DHH) 6Estoy muy sorprendido de que ustedes se hayan alejado tan pronto de Dios, que los llamó mostrando en Cristo su bondad, y se hayan pasado a otro evangelio. 7En realidad no es que haya otro evangelio. Lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, y que quieren trastornar el evangelio de Cristo. 8Pero si alguien les anuncia un evangelio distinto del que ya les hemos anunciado, que caiga sobre él la maldición de Dios, no importa si se trata de mí mismo o de un ángel venido del cielo. 9Lo he dicho antes y ahora lo repito: Si alguien les anuncia un evangelio diferente del que ya recibieron, que caiga sobre él la maldición de Dios. 10Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios. No busco quedar bien con los hombres. ¡Si yo quisiera quedar bien con los hombres, ya no sería un siervo de Cristo!
No hay otro evangelio. Sólo uno. El evangelio diferente, en griego dice ἕτερον εὐαγγέλιον. Héteron o héteros significa evangelio distinto, diferente, extraño, alien, ajeno… otro, no apostólico, no cristiano, no bíblico. Entonces no es evangelio. 
Si no es evangelio, ¿entonces qué es? En todo caso es un anuncio ajeno y extraño al anuncio bíblico. Y si lo ve, el fruto es distinto, los resultados del evangelio bíblico y del otro, son diferentes. 
¿Qué tiene en el centro este evangelio? ¿A dónde apunta? ¿Cuál es su meta? 
De acuerdo con algunas traducciones, Pablo golpea el núcleo de este evangelio héteron, ajeno, extraño…
La RVR60 dice: Gálatas 1:10 «¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
La Biblia del Peregrino dice: « ¿trato de conciliarme a los hombres o a Dios? ¿Intento agradar a hombres? Si todavía quisiera agradar a los hombres, no sería siervo del Mesías.
Pregunto entonces. ¿A dónde apunta el anuncio (dejaré de llamarlo evangelio)? ¿Cuál es su meta? ¿Qué tiene en el centro este anuncio?
¡Al hombre! Es un mensaje humanista! ¡Y su meta es agradar a los hombres!, ¡su meta no es agradar a Dios! 
Su meta es que la audiencia sea complacida, sus sueños, sus deseos y expectativas sean mantenidas como el sentido de la vida, la prioridad más importante de su vida. 
Y puesto que el hombre es el centro de este mensaje, entonces, hay que darle al hombre lo que lo complace, el ensueño, el engaño de que se merece el mayor placer posible, de cuantas maneras esté a su alcance. 
Por eso se le dan doctrinas pervertidas o perversas que no tienen su origen en La Biblia, La Palabra de Dios. 
Tienen su base y fe en la palabra humana. En este mensaje el centro de sí mismo es el hombre y su palabra, no la de Dios. 
«Yo declaro» «Yo decreto», no es sino la fe desviada de Dios, apuntada hacia la palabra propia. No es fe en Dios, sino fe en la palabra de quien la pronuncia. 
Así, la fe no descansa en el único evangelio, sino en el anuncio pervertido y maldecido por el apóstol. 
Quien predica al hombre, para agradar al hombre, no es siervo de Cristo. En palabras de Pablo: «Si todavía quisiera agradar a los hombres, no sería siervo del Mesías.
Y sin embargo, dicen ser «apóstoles, siervos, profetas, pastores o reverendos del Mesías».
Pablo los desmiente. 
Más son los detalles de este anuncio. Al pretender agradar al hombre le hacen creer que sus palabras son como las de Dios, no volverán a él (al hombre) vacías… le hacen creer que son ungidos y sus palabras tienen el mismo poder que el de Dios, quien hace que su palabra se cumpla sólo por pronunciarla. 
Hacen de los creyentes lo mismo que Satanás con Eva: “serán como Dios, tendrán el mismo cocimiento, podrán hacer lo mismo que él”. Estoy parafraseando. 
Así que el anuncio de la prosperidad, que no es sino adoración diabólica al materialismo, al dinero y al placer, en sentencia apostólica paulina, no es sino caer bajo maldición. 
Cuidado, podríamos caer, todos, en un anuncio, en una fe ajena al evangelio. 
Adoramos a Cristo porque es Dios. Confesamos, declaramos que él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Afirmamos que es el único mediador entre Dios y los hombres. También creemos y tenemos fe en él, de que abrió el acceso al Padre para tener comunión eterna con Dios sin necesidad de intermediarios…
¿Entonces, cómo podríamos desvirtuar y pervertir un evangelio así? No estamos lejos algunos cuando oímos que algunos evangélicos creen que la música nos hace sentir espirituales, que cantar lo más ruidoso posible o lo más romántico y emocionales, ¡eso nos lleva a Dios! ¡Mentira del diablo! ¡Mentira de Satanás! ¡Engaño enfocado en tratar de agradar al hombre! ¿A cuál hombre! ¡Al hombre vedette que se cree espiritual! ¡Al que se cree la diva! ¡O divo! ¡O súper espiritual! 
Lo repito: ¡engaño diabólico! ¡Sólo hay un camino al Padre! ¡Sólo uno! ¡Sólo uno nos lleva al Padre! ¡Sólo uno! ¡Cristo y nadie más!
¿Quieren ver escenarios para agradar al hombre? No digamos varones maduros (hablo de maduros o pasaditos de, por la edad, no por madurez en la fe). Veamos a líderes religiosos y sus esfuerzos por agradar. 
¿Qué hacen del lugar de reunión? ¡Un antro! ¡Luces! ¡Carne! ¡Carne satisfecha! ¡Carne agradada! ¡Carne complacida! 
Pero Pablo dijo: «Si todavía quisiera agradar a los hombres, no sería siervo del Mesías. ¿Entonces de quién es siervo? ¿Al servicio de quién está?
En la lista de querer agradar al hombre caen el baile, la música en un culto, el escenario, el tema de la predicación que se presenta como “conferencia” o como “discurso motivacional” o como “recomendaciones para la salud” y podemos agrandar la lista. Nos faltarían minutos y mucho tiempo para ver hasta dónde llega el anuncio diabólico, humano que busca agradar al hombre, satisfacer la carne. 

MALDICIÓN APOSTÓLICA
¿Qué es entonces este anuncio? ¡Un anuncio maldecido o maldito! Así lo sentenció el apóstol. …si nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diverso del que os hemos anunciado, sea maldito. 10Como os tengo dicho y ahora os lo repito, si alguien os anuncia un evangelio diverso del que recibisteis, sea maldito. 10Pues ahora ¿trato de conciliarme a los hombres o a Dios? ¿Intento agradar a hombres? Si todavía quisiera agradar a los hombres, no sería siervo del Mesías. 
¿Cómo quedan ante el apóstol los que predican un mensaje no bíblico, un mensaje en el cual Cristo no tiene nada que ver? ¿Qué opina o qué dice el apóstol Pablo de todos los que “predican” un “hétero evangelio”?
Su sentencia es clara… no son bendecidos. Todo lo contrario. ¿Y en qué papel quedan los que lo siguen? ¡Tampoco son vistos bajo bendición! Están siguiendo en “hétero evangelio”. 
Son cientos de miles los que predican un evangelio diferente, porque agregan para la salvación otros detalles. Creer en Cristo, más buenas obras, más ofrendas, más otros mediadores u otros sistemas litúrgicos…
Yo me confieso ante ustedes hoy. Me gustaría exponer mis deseos de predicar otro evangelio. Uno diferente… Estoy consciente de que sería bíblico. Me explico: me gustaría predicar un evangelio sin infierno, sin condenación eterna, sin castigo después de la muerte. 
Me gustaría predicar que es posible una oportunidad para ser salvo después de morir. Me gustaría predicar que es posible tener vida eterna aun cuando no se creyera en Cristo, pero que al morir se tenía fe en una persona, un líder de buena fama, como los fundadores de religiones. Me gustaría predicar que hay más de un camino para llegar a Dios… Pero… Pero… Pero… 
No es compatible, nada de eso, con lo predicado por Cristo. Así, que ser discípulo de Jesús nos exige regular lo que creemos, lo que predicamos y anunciamos, ajustado a lo que él enseñó, predicó, profetizó y exige. 
Y él dijo que no hay otro camino, sino sólo él. Que quien rechace su enseñanza va la destrucción. Quien niegue que él es el Ungido de Dios, el Mesías, irá al infierno, a la condenación eterna. Afirmó ser quien muere por los pecados de quienes crean en él. Sólo para ellos, quienes crean eso, su muerte opera en su favor. Afirmó ser Dios, y que resucitaría al tercer día después de morir, hizo declaraciones proféticas que ya se han cumplido y cumplirá todo cuando dijo, como su segunda venida y el juicio de todas las naciones, así como el establecimiento de su reino en la tierra, con él como rey de toda la humanidad en la nueva creación. 
En medio de toda la maraña, el evangelio hace la diferencia entre quienes creen en él lo anuncian a él, o los que anuncian maldición. 
Él, Cristo, hace la diferencia. Sus discípulos no buscan agradar a los hombres, y quienes lo siguen no buscan quien les dé el mensaje que les gusta, sino el mensaje bíblico puro, el mensaje del evangelio bíblico, apostólico y mesiánico, el mensaje del Padre, de Cristo y del Espíritu Santo. 
Ese mensaje nos dice que su enseñanza es poderosa para cambiar nuestra vida, pensamientos, destino eterno, relaciones de todo tipo, actos, metas en la vida, proyectos… con un final de luz que le da gloria a Dios, porque vivimos para él, lo anunciamos a él y predicamos que Cristo vive, que él es el Ungido de Dios, que reina, es el rey eterno y que cumplirá todo cuanto prometió, que es el Buen Pastor, el custodio predicado por Judas, quien llevará a buen término, a donde tiene que llegar toda oveja.  
Resurrectó. Dios el Padre lo levantó de entre los muertos. Ése es el evangelio del triunfo de Dios, no el éxito financiero predicado por el diablo, o el de llevarnos a la presencia de Dios anunciado por músicos u otros exóticos predicadores. 
Resurrectó es la confirmación de que cuanto dijo es cierto. Él es el todopoderoso, quien vence muerte, diablo, mundo, carne, pecado.

Él es tu vida, tu pastor, tu guía, tu redentor y salvador. Síguelo, ámalo, anúncialo, porque quiere que más gente se arrepienta de sus pecados y tengan vida eterna para contemplar su gloria por la eternidad junto con la familia de Dios. 

viernes, 7 de abril de 2017

SOLA FIDE I

SOLA FIDE I
הִנֵּה עֻפְּלָה לֹא־יָשְׁרָה נַפְשֹׁו בֹּו וְצַדִּיק בֶּאֱמוּנָתֹו יִחְיֶה׃
Habacuc 2:4 (BHS Bible)
4He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. Habacuc 2:4 (RVR1960)

La Reforma dejó una base teológica basada en 5 principios: Sola Escritura, Sola Gracia, Sola Fe, Solo Cristo, Solo a Dios la Gloria. 
Habacuc 2.4, uno de los textos más citados por el Nuevo Testamento, en especial por el apóstol Pablo, es importante en el tema de la fe. 
Dicha importancia, sólo fe, la enmarca el apóstol en relación con la justificación. 
En Habacuc la fe da vida. Contrario a la fe está el orgullo. Aun cuando en nuestras culturas occidentales se conciba como contrario al orgullo la humildad. 
No obstante, la humildad es parte de la fe, pues en ésta se encuentra un factor rechazado por los arrogantes: dependencia. 
Por el contrario, la autonomía rechaza la fe, pues de suyo ser autónomo destaca el potencial humano, la certeza de la capacidad personal, confianza en la autoestima, en que uno puede lograr sus metas sin depender de Dios y el rechazo a él y sus ofertas, como Cristo, su perdón y redención.
La autonomía rechaza la fe, y con ella rechaza a Dios. O al contrario, rechazar a Dios es igual a despreciar la fe y rechazar a quien se le tendría fe, a Dios mismo. 
De cualquier manera uno no se desprende de la fe, aun cuando se rechace a Dios, pues en todo caso la fe autónoma es reflexiva, dirigida a uno mismo. 
Así, la fe descansa en lo que uno proyecta, con sus limitantes históricos. Terminará en y con la historia personal, aun cuando una persona con toda su autonomía tenga fe en dejar un legado que lo trascienda por varias generaciones. 
Con todo ello, a pesar de todo, su fe terminará con él, será sepultado con todo su poder autónomo. 
Habacuc predica en medio de grandes conflictos internacionales. Su país sufre invasión, asedios y matanzas. En éstas (las matanzas) brilla la gloria de Dios, es decir, él engrandece su nombre al llevar a cabo su justicia y castigar a un pueblo rebelde, necio, idólatra, inmoral de muchas maneras. 
Dios engrandece su nombre y su justicia. Muchos habrán de morir, miles, sin embargo, él establece una manera de sobrevivir: tener fe en él. 
Contrastan en Habacuc la muerte con la vida, la rectitud y la fe con el orgullo, y el culmen es la vida obtenida por medio de la fe. 
Una persona recta vive en plenitud; es justa. Rectitud y justicia son un binomio bíblico en Habacuc. La persona cuya alma es recta, tiene estas cualidades: es derecho o parejo; endereza sus caminos, hace que la vida sea agradable, próspera y dirige todo con rectitud. 
Rectitud, en hebreo, es la palabra yashar (יָשְׁרָה). En este enfoque es recto porque toma en cuenta a Dios. Lo que él diga (Dios) es verdad, creíble, incuestionable, ciertísimo y confiable, veraz. 
 Alguien recto confía en Dios. “Confiar” tiene, como término, su raíz en fe. Significa “con fe”. Dios es confiable. 
Ha cumplido todo cuanto ha prometido, y su mayor promesa, desde un principio, fue enviar al Mesías Jesucristo para salvar a quienes crean en él, en el anuncio del evangelio. (Cristo es el centro del evangelio.)
De allí que en el cuadro descrito por Habacuc el orgulloso desprecie a Dios, lo eche fuera de su vida. Prefiere aferrarse a la fe en sí mismo, en vez de aceptar la oferta de Dios y creer en Cristo. 
Opta, el orgulloso, por la muerte, fruto de su autonomía, en vez de recibir con beneplácito la graciosa oferta divina de creer en Cristo y recibir la vida ofrecida por Dios, en Cristo. 
Si alguien asemejara la muerte con el orgullo o los pusiera en paralelo, estaría en lo cierto a la luz de lo dicho por Habacuc. Orgullo y muerte son siameses. Sin cirugía ni remedio que los separe. Nacieron para morir iguales. 
Carecer de rectitud es abundar en orgullo. Y abundar en orgullo es igual a vivir en incredulidad y rechazo de Dios y las virtudes santas dadas por Dios, como la humildad. 
Cristo fue y es el hombre modelo por excelencia. Cumplió en todo, a la perfección, los requisitos de las normas establecidas por la Ley de Dios manifestadas en el Pentateuco. 
Sólo él ha cumplido absolutamente a la perfección tales demandas. Hacerlo requería ser divino, humilde, depender de Dios en todo
Por una sencilla razón: significaba, en todo, hacer una voluntad ajena, la de Dios, no la propia, manifestada en la ley.
Conllevaba creerle todo a Dios, poner por encima de la propia convicción, la del Padre y, junto con ello, practicar las convicciones de él. 
Así, vemos al hombre llamado santo, Cristo, cuya vida es presentada con rectitud plena en todos sus aspectos. 
El hombre de fe, absoluta y total, es Cristo. Otros hombres de fe son quienes creen en el evangelio y lo anunciado por los apóstoles de Cristo. Como Abraham, que le creyó a Dios y le fue contado por justicia.

El justo por su fe vivirá. 

“El justo” es alguien relacionado con Dios. Tal relación es de convivio, compañerismo y adoración. 
“El justo” es considerado sin culpa, puro, limpio y recto por y delante de Dios. No tiene pecado, ni nada que lo distancie de Dios, ni vive enemistado con él. 
Contrastado con “El justo”, es el orgulloso, cuya alma no es recta. “El justo” lo es porque le cree todo a Dios, es humilde y le dice “sí” a lo declarado por Dios, recibe sus ofertas, su mensaje y su perdón. 
“El justo” admite ser culpable y carecer de méritos delante de Dios. Pero Dios le ofrece una justicia no humana, la de Cristo. 
La gloria de Dios cubre la tierra como las aguas la mar, en la visión de Habacuc. 
Esa gloria son miles de muertos. La tierra entera está cubierta de cadáveres de quienes no le creyeron a Dios y sí creyeron en sí mismos. Eran autónomos, gente con alta autoestima, humanistas con fe en la humanidad, en sí mismos, en las capacidades del hombre, de todo ser humano. 
Esa fe era el reverso de la rectitud. Maldad pura en esencia. Gente que, con su vida, maldecía a Dios. 
El reverso o contrario del malvado era el que bendecía a Dios con tenerle fe, con creerle. 
En eso consiste la justicia del evangelio anunciado por Habacuc: El justo por su fe vivirá
Sobrevivieron a la manifestación de la gloria de Dios (las matanzas) quienes le creyeron a Dios. 
Creerle a Dios da vida. La fe dada por Dios es fe redentora, fe que salva y preserva la vida para la gloria de Dios (gloria de vida, comunión y adoración). 
El justo por su fe vivirá. Cristo, como centro del evangelio, como el evangelio mismo, es quien personifica el mensaje que da vida. Creer en el evangelio es creer en Cristo. 
El justo por su fe vivirá. En el evangelio se pone de manifiesto (se revela, se hace objetivo y visible) la justicia de Dios. 
La Ley (expresada en la Torá, con sus exigencias) establecía maldición a quien la recibiera y no la cumpliera. 
Nadie, jamás, tendría la perfección exigida por la Ley para cumplirla. Por eso todo hombre está bajo la maldición de la Ley, porque jamás podrá cumplirla. Así lo establece la misma ley. 
Cristo, el único con cumplirla a cabalidad, le da plena satisfacción a Dios con su vida, justicia y rectitud. 
Pero al morir (su muerte vicaria) es nuestra muerte, nuestra maldición es suya y su justicia, obediencia y rectitud pasan a ser nuestras. 
Por eso su paz con Dios, vivida en su relación, es nuestra, de allí la declaración del apóstol: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Su paz vivida con Dios es nuestra, como nuestra su vida, su santidad, rectitud, pureza, sabiduría, redención.. ¡Él es nuestro todo!
Su justicia ahora es nuestra, como suya nuestra culpa. Nuestra es su bendición, como suya nuestra maldición. 
 En él somos perdonados, recibidos en comunión con Dios, ¡Sólo porque creímos que él es justicia nuestra!
¡Sólo por creer en el evangelio! Y eso derrumba y colapsa la vanidad, el orgullo y la altanería del alma que no es recta. 
¡Pero le da gloria a Dios!
Creer en el evangelio nos posiciona sin méritos delante de Dios, pero exalta los de Cristo y su gloriosa gracia, perdón y amor divinos. 
La fe que justifica humilla al hombre y le da gloria a Dios y adoración a Cristo, cuya muerte es la muerte de la muerte, y su resurrección la demostración de su santidad y el poder de la vida divina. 
La fe cree cuanto dice La Biblia de Dios y del hombre. Él es santo, eterno, sublime, todo poderoso, único, soberano y creador y nosotros (la humanidad) pecadores, irredentos, incapaces de lograr méritos delante de él, incapaces de vencer la muerte, el pecado y al diablo. 
Toda victoria es de Cristo. Él ha logrado todo. Él es supremo. Él es Dios, santo y todo poderoso. Es manso y humilde de corazón. Él es el siervo elevado al más grande, alto y santo honor, pues se le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, el de Jehová o Yavé. Es hombre y es Dios eterno.
Creer en él, tenerle fe, creerle a él, eso nos hace justos. ¡Sólo creer en el evangelio, que afirma el perdón de Dios si uno asume como propio el sacrificio de Cristo!
¿Quién puede tener esa fe? ¡Nadie! A menos que le sea dada. Es fe que salva. ¿Y quién salva? ¡Sólo Dios!
El humanista dice que el hombre puede llevar a cabo lo que Dios le pida. Sin embargo, La Biblia dice que las obras de Dios sólo él las puede llevar a cabo y dice, contundente, que la salvación pertenece a Jehová, y que “en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin… (Romanos 1.17 NVI”
Todo es de fe desde su inicio hasta su fin. Dios comienza la buena obra y él la consuma, no el hombre. 
Por eso la fe que salva pertenece a, es de origen de, y viene de Dios, de principio a fin. 
Pablo redondea por todos lados la doctrina de la fe, gracia, salvación manifestados en el evangelio; dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» Efesios 2:8-9 (RVR1960).
Fe, gracia y salvación son don de Dios. Todo pertenece a Dios y nosotros también, por eso somos hechura suya, creados para buenas obras, y la buena obra es creerle a Dios. 
Dicho de otro modo, fe es hacer nada, fe es hacer todo. Nada con respecto a los méritos propios, y todo por creer que Cristo lo hizo todo. 
Sola Fide. Sola fe. En Cristo. 
La sola fe es en Cristo, depositada en él y sus méritos. La fe que salva es como una ecuación: FE + NADA. 
Cristo lo ha hecho todo. Aun cuando hay creyentes en Cristo que invalidan la fe del evangelio por creer que uno es salvo por tener fe en Cristo y las buenas obras, fe en Cristo y la ayuda de los santos o las vírgenes o fe en Cristo y las indulgencias o fe en Cristo y el sacrificio incruento realizado en la misa… 
Pero… La Biblia dice que sólo por fe en Cristo somos salvos de todo: la muerte, y la condenación eterna, salvos del infierno. 
Los malditos seguirán con sus convicciones que los colocan bajo esa condición de malditos, por creer que pueden lograr su salvación con buenas obras. 

Los bienaventurados seguirán adorando y bendiciendo y amando a Cristo con todo su corazón, viviendo para él y compartiendo el evangelio de la fe y la gracia dados por Dios en Cristo, a quienes sean la gloria, el honor, la majestad y el poder por todos los siglos, con todo nuestro apasionado amor. Amén.